lunes, 27 de septiembre de 2010

REFLEXIONES SEMANALES: ¿CÓMO IMPACTAS LA VIDA DE LOS QUE TE RODEAN?


El texto de hoy nos lleva a meditar en la función que como seguidores de Cristo debemos desempeñar; se nos compara con la sal y se analiza las diferentes propiedades que este elemento simple tiene en nuestras vidas, comparándola con lo que nosotros podemos hacer en manos de él; que Dios nos ayude para comprender el desafío que tenemos por delante y lo asumamos con valor a fin de obtener buenos resultados para la eternidad.

Saludos y bendiciones

José Luis
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¿Cómo impactas la vida de los que te rodean?
 
Mateo 5:13


“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.”

A todos nos gustaría ser recordados como personas que causaron un impacto agradable y perdurable en la vida de otros. El problema es que tendemos a centrarnos tanto en nosotros mismos que con frecuencia no impactamos de manera apreciable ni siquiera la vida de nuestros vecinos más cercanos. Por regla general, es nuestro carácter lo que determina el éxito o el fracaso que tengamos al afectar la vida de los demás, pero en última instancia es nuestro impacto espiritual lo que realmente le interesa a nuestro Padre celestial.


En el pasaje de hoy, Jesús compara al creyente con la sal, la cual es un elemento que puede alterar todo aquello con lo que entra en contacto. De igual manera el Señor nos exhorta a influir en los que nos rodean. Para ello, al igual que la sal debe mantenerse pura y limpia para causar un efecto duradero, nosotros debemos mantener nuestra pureza, andando en el Espíritu y rechazando las cosas del mundo. Dice 1 Juan 2:15: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.” Cuando el amor del Padre está en nosotros, los demás serán influidos positivamente por nuestro testimonio.


La sal preserva la comida. En el mundo antiguo, la sal era el más común de todos los preservadores. Se usaba para impedir que los alimentos y otras cosas se pudrieran o corrompieran, pues detenía el proceso de putrefacción. El cristiano debe ser el elemento antiséptico y purificador en cualquier grupo en que se encuentre presente. Debe ser la persona que, con su sola presencia, detiene la corrupción y actúa como agente restaurador, siendo instrumento del Señor.


La sal realza el sabor de la comida. Cuando echamos un poco de sal a una comida insípida, la disfrutamos más al saborearla. Nosotros debemos dar sabor a la vida de los que nos rodean, dirigiéndolos a Jesús, y mostrándoles con nuestro testimonio, una vida diferente a la de ellos. La sal no cambia la sal, sino sólo aquello que no tiene sabor. Si actuamos como actúa el mundo, no los vamos a cambiar. 


La sal tiene también propiedades curativas. Una cucharadita de sal en un vaso de agua tibia es excelente remedio para una garganta irritada. Unas pocas gárgaras producen inmediata mejoría. Esta misma solución puede usarse para tratar las llamadas “aftas bucales”, que no son más que pequeñas llagas en la boca. Unos cuantos enjuagues las sanan en la mayoría de los casos. Y esta agua de sal puede también sanar y cicatrizar pequeñas heridas en la piel. De la misma manera el médico divino, Jesucristo, puede usarnos para consolar y sanar las heridas emocionales de aquellos que están sufriendo en medio de una prueba.


Nunca olvides que tu comportamiento va a influir en los demás (para bien o para mal). La sal hace una diferencia positiva en cualquier cosa con la que entra en contacto. Seamos como la sal dando sabor a la vida de los que nos rodean; actuemos de manera que sean preservados de la corrupción y el deterioro moral y espiritual de este mundo, y sirvamos como un elemento que traiga consuelo y sanidad espiritual. 


Nuestra responsabilidad es avivar en nuestras vidas el poder transformador del Espíritu Santo, leyendo la Biblia y orando diariamente e imitando a Jesús en todo de manera que su vida sea reflejada en la nuestra. De lo contrario, nos sucederá como a la sal que se desvanece, la cual “no sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.”


ORACION: Padre santo, te ruego me ayudes a ser la sal de la tierra que tú esperas que yo sea. No permitas que se desvanezca en mí el poder transformador de tu Espíritu, sino que cada día sienta yo con más fuerza tu presencia y tu amor para poder ser instrumento tuyo dondequiera que me encuentre. En el nombre de Jesús, Amén.

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